Con el 54.57% de los votos, Rodrigo Paz derrotó a Jorge “Tuto” Quiroga y dio una lección de serenidad en tiempos de polarización. Con su victoria puso fin a décadas de la izquierda bolivariana.
Su victoria, inesperada pero consistente, es la de un político que aprendió a escuchar. Nacido en Santiago de Compostela, creció entre fronteras y nostalgias, hasta que regresó a su tierra decidido a construir una patria sin resentimientos. En su discurso, prometió un “capitalismo para todos”, una frase sencilla que resume una ambición compleja: reconciliar la justicia social con el impulso emprendedor.
Las calles de La Paz y Tarija celebraron con discreción, más con alivio que con euforia. El país, acostumbrado a los sobresaltos, parecía por primera vez detenerse a respirar. Rodrigo Paz —economista, exalcalde y hombre de consensos— representa un cambio de tono más que de bandera, un regreso a la política del diálogo.
En su rostro hay algo de la vieja Bolivia y de la nueva que intenta nacer: la herencia de un apellido histórico y la urgencia de una generación que no quiere repetir los errores del pasado. Su campaña, sin estridencias, fue un llamado a la moderación en medio del ruido.
Bolivia despierta así bajo el signo de la esperanza prudente y una promesa en la mesa: que la prosperidad no sea privilegio de pocos, sino el punto de encuentro de todos.