El 12 de octubre no es solo un día de memoria, es un llamado a la conciencia. En esta fecha, México honra la resistencia de sus pueblos originarios, guardianes de la tierra, del idioma y de la dignidad. En cada comunidad indígena vive el eco de quienes se negaron a desaparecer, de quienes transformaron la adversidad en herencia cultural, espiritual y humana. Hoy, esa misma fuerza de resistencia se refleja en otro rostro: el del pueblo veracruzano que se levanta frente a las inundaciones que golpearon con dureza a Poza Rica, Tuxpan y las zonas del norte del estado.
Las aguas arrasaron con calles, hogares y negocios, pero no con la voluntad de su gente. En medio del desastre, emergió la solidaridad: empresarios, emprendedores, cámaras de comercio y ciudadanos unidos bajo una misma consigna: “reabrir cortinas, recuperar inventarios y conservar empleos.”
Ese es el nuevo significado de la resistencia mexicana: ya no es solo una lucha ancestral, sino la capacidad de reconstruir, de emprender nuevamente desde el barro, de convertir la tragedia en propósito.
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Los pueblos originarios defendieron su identidad frente al dominio; hoy, los emprendedores defienden su sustento frente a la adversidad. Ambos son hijos del mismo espíritu: el de no rendirse jamás.
Hoy el Gobierno de Veracruz, tiene la responsabilidad moral de escuchar ese eco que viene de los negocios familiares: la voz de quienes, con las manos vacías, vuelven a levantar su tierra.
El liderazgo no siempre se ejerce desde un podio. A veces, se ejerce desde una panadería inundada que vuelve a hornear pan, desde una mujer indígena que enseña a sus hijos a sembrar esperanza, o desde una microempresa que, sin luz ni agua, decide no cerrar.
Ese es el México que honra el 12 de octubre: el que resiste con dignidad y renace con fe.